Sin clase política y política sin clase
¿De dónde se reclutan los candidatos? ¿No son todos o casi todos personajes interesados en alcanzar puestos de poder ávidos de lobbies si se trata del parlamento, o de las coimas si se trata de un cargo de gobierno regional, provincial o distrital?
Sin clase política y política sin clase
En estas líneas voy a dialogar con el sugerente y acertado artículo publicado por Hernán Chaparro, docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Lima, y columnista del Diario La República. Advierte Chaparro, que, en las últimas municipales limeñas, la crisis de nuestra política se expresó a tal punto que ni siquiera funcionó el voto útil y que el enorme número de electores supuestamente aterrados por la probable elección de Rafael López Aliaga o Daniel Urresti, no se decantó esta vez por el “mal menor”. Sencillamente, siguió su consigna y a sus creencias.
Esto explica el sorpresivo cuarto lugar obtenido por Elizabeth León, “la candidata de la escobita”, que superó el 10% de las preferencias, así como el apoyo que lograron candidatos perdedores de antemano, como Omar Chehade y Gonzalo Alegría, quien obtuvo casi 6% de las preferencias a pesar de los escándalos y controversias mediáticas en los que se vio involucrado.
Así las cosas, podemos afirmar que ya son cuatro las elecciones signadas por la dispersión del voto, si a la del domingo les sumamos las dos últimas congresales y la reciente primera vuelta presidencial, en la que el ganador Pedro Castillo, semidesconocido para la mayoría de los peruanos, ni siquiera superó la barrera del 20 % de votos.
Los vientres de alquiler (no) son (solo) para las regionales
No hay líderes que arrastren a las masas como en los viejos tiempos del populismo, pero tampoco hay partidos, nos advierte Chaparro quien propone la existencia de tendencias ideológicas generales a la derecha e izquierda, ultras en ambos casos. Existe pues un bolsón fiel que seguirá a quien más represente la consigna conservadora vinculada a la agenda provida y contraria a la agenda de género, y otro que se decantará por aquel candidato que más se acomode al molde del caudillo antisistémico radical, mejor si viene con rasgos identitarios, como los tenía Pedro Castillo y su flirteo con el mundo andino o Antauro Humala y su etno-cacerismo. Convengamos en algo, el uso anacrónico de cilicio, para purificar el alma, y la apelación al héroe de la Breña para reivindicar a los “verdaderos dueños del Perú” solo resulta aberrante para los habitualmente confundidos analistas limeños, que lo ven todo desde su Versalles local.
Pero ojo, no hay centro, no hay liberales, la democracia ha perdido su médula, y este es un fenómeno mundial, sino pregúntenselo a Georgia Meloni. Las repúblicas liberales comandadas por sus más convencidos ateos no van a ninguna parte, y así se adentra el mundo a la década. Putin está enfermo y muy molesto, no lo olviden.
Volvamos a ultramar. Nuestros partidos, en efecto, no son partidos, “y si te deja no lo pienses más, búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar”, para eso están, y siguen estando las franquicias a nivel nacional, regional o local, ofertadas al nuevo o viejo grupo de aventureros con ganas de tentar el cargo y disfrutar a sus anchas de sus prebendas, igualito que los prefectos del siglo XIX, de los tiempos de Castilla, cuando había harto dinero que repartir gracias al maná bendito del guano.
Apra o no Apra
Pero Chaparro mencionó al APRA y su reinscripción. Atención: con el APRA fuera de juego nadie se atrevió a proclamar su desaparición, se sabía que en algo andaba la otrora fuerza más organizada del país. Pues bien, se ha reinscrito y de la mano de su ala conservadora, con 50 mil firmas y 80 bases a nivel nacional.
Veremos si el Jurado admite la inscripción pues le sobran impugnaciones, y disidentes adentro, pero si procede tendríamos un partido que pasaría de inmediato a disputarle el espacio conservador al alicaído fujimorismo y al desordenado y caudillista aliaguismo. Pensemos pues en ese escenario también. Esta no es una crítica, tampoco un halago, es una proyección que más me sabe a constatación anticipada.
Terminemos con la reforma: ¿de dónde se recluta una clase política que no existe?
La reforma política es el grito de guerra de quienes, sin participar de ella o intentando genuina y desesperadamente un cambio, creen que modificando las reglas del juego del sistema las cosas mejorarán. De seguro que sí, pero reflexionemos en torno al Senado, como ejemplo simple y palpable.
¿De dónde se reclutan los candidatos? ¿No son todos o casi todos personajes interesados en alcanzar puestos de poder ávidos de lobbies si se trata del parlamento, o de las coimas si se trata de un cargo de gobierno regional, provincial o distrital? ¿No es una tradición que, como he dicho reiteradas veces, proviene de hace casi 500 años y que ahora ni siquiera cuenta con la mediación de los partidos políticos?
El senado, al que utilizo como ejemplo, debería congregar a lo mejor de las fuerzas políticas, pero acabamos de decir que dichas fuerzas políticas son vientres de alquiler que se venden al mejor postor, a aquel que busca un lugar en un proceso electoral para alcanzar el cargo público por las razones que ya he esgrimido. ¿De que ecuación hablamos? ¿De una en la que José Luna padre resulte senador y el hijo diputado?
Quiero dejar claro, para terminar, que no es que yo no quiera la reforma política. Me interesa, sí, mostrar cómo es el enemigo que enfrentamos, y que, más que político, parece engendrarse en la propia sociedad y de la sociedad saltar a la política. Tal vez, si viésemos las cosas de esta manera, las soluciones planteadas podrían apuntar al cambio sociopolítico como premisa del cambio político antes que un monstruo grande y que pisa fuerte acabe con nuestros restos de institucionalidad.
Daniel Parodi Revoredo
El artículo de Hernán Chaparro https://larepublica.pe/opinion/2022/10/04/cambios-sin-cambios-por-hernan-chaparro/
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