ATAQUE DE HYBRIS, por Augusto Ruiz Zevallos (Columnista Invitado)
El triunfo del "rechazo" en el plebiscito constitucional en Chile entendido como la derrota de las vanguardias de izquierdas "contrahegemónicas" y el triunfo de las centroizquierdas racionales
ATAQUE DE HYBRIS, por Historiador Augusto Ruiz Zevallos
Lo ocurrido en Chile tras el referéndum de salida podría convertirse en un hito positivo para las izquierdas de América Latina y en especial para la izquierda del Perú (la de Lima y del interior del país) a condición de que logren despojarse de prejuicios y violentas deformaciones de la realidad. Un prejuicio -que además es un insulto- presenta el rechazo como fruto de la manipulación y por lo tanto de cierta incapacidad de los ciudadanos. Antaño -recordamos bien- la izquierda se apoyaba en la teoría de la falsa conciencia; ahora esgrimen el poder mediático o las fake news. Decir que la gente se dejó manipular en el referéndum de salida, habiéndolo impedido en el referéndum de entrada, trae a la memoria al argumento de la “la agudización de las contradicciones”, cuando el paro nacional era un éxito, o a la “no agudización de las contradicciones”, cuando era un fracaso. Cambian los enfoques, pero igual se refuerzas sesgos cognitivos en lugar de explicaciones.
Para lograr explicaciones se necesita investigar. Decir que 10 comunas con población indígena votaron rechazo (y con el 75 por ciento, o sea por encima del promedio nacional) por el efecto de las noticias engañosas, es no querer investigar las motivaciones que movieron a esa decisión. Más aun teniendo en cuenta que el rechazo irrumpió con fuerza desde el mes de abril; o sea hubo demasiado tiempo para reflexionar. Y la razón para no hacerlo es el temor a ver no confirmadas sus tesis sobre la población chilena; por ejemplo, su idea en torno a la plurinacionalidad desprendida de la esencia de las poblaciones indígenas, la mayoría de las cuales -está probado- no apoya a los grupos violentistas entre los mapuches.
El esencialismo es uno de los principales obstáculos a la hora de hacer cualquier análisis. A los líderes les cuesta entender que la gente puede concluir, acertadamente, que sus intereses y los de la izquierda en algunos momentos pueden ir en la misma dirección y en otros no; les cuesta entender que su tarea (para toda agrupación política) es representarla y (solo secundariamente) tratar de convencerla de que su idea global de futuro (su utopía) es la mejor. Esto, a pesar de que la historia reciente ha dado evidencias contundentes al respecto, sobre todo en 2007 cuando la propuesta de reforma constitucional de Hugo Chávez fue rechazada por la mayoría, en un contexto donde el poder mediático de la derecha se hallaba arrinconado y donde el intervencionismo del régimen autoritario y los casos de fraude en algunas localidades fueron evidentes. Si bien la mayoría de los electores mantuvo su respaldo al presidente Chávez, hasta su muerte en el 2013, esa misma mayoría pensaba que sus intereses no podían ser viables con el curso que iba tomando el llamado socialismo del siglo XXI.
Todo lo anterior tiene que ver con cierto iluminismo que deriva en el acto de pensar y decidir por la gente bajo la premisa (no siempre confesada) de una superioridad moral y cognitiva sobre todos los demás. El ojo de Dios.
La izquierda chilena había logrado avances significativos en la batalla conceptual al traerse abajo, por ejemplo, la idea del estado subsidiario o de la educación privada como lo mejor, pero la batalla principal la dieron los ciudadanos que, al margen de la izquierda, en carne propia sintieron el hartazgo por los 30 años de un modelo que no avanzaba más. Más importante, pues, fue la propia reflexión del pueblo que la de los líderes de izquierda que sólo se miraban a sí mismos, lo que quedó claro cuando el estallido social de 2019 sorprendió a todos los políticos.
Los chilenos quieren un giro de timón que les permita ir más allá de lo avanzado en términos de calidad de vida, no retomar el camino previo a 1973, que es quizás la idea de muchos que organizan hoy protestas en las estaciones de metro contra Gabriel Boric. Los diversos grupos sociales tienen sus propias ideas de futuro muy al margen de un “proyecto contrahegemónico” diseñado en los cubículos de la universidad. Ideas de futuro que no están al margen de sus creencias previas respecto a la nación, la historia de la patria, el problema del aborto o la participación de muchos en tanto agentes del mercado. Sin una comprensión hermenéutica con relación a las ideas populares un proyecto contrahegemónico carece de sentido.
Que los chilenos rechacen el neoliberalismo no significa que validen un modelo populista que los condene a parecerse a la Argentina; no digo Venezuela porque, aunque le duela al PC, Boric desprecia al “proceso bolivariano”. Y no están equivocados. La historia del siglo XX, al menos en América Latina, ha demostrado que el socialismo o el populismo sirven más a los intereses de políticos y sus clientelas que a los sectores populares que a la corta o a la larga pagan las cuentas con inflación y sufren los efectos de la desinversión mientras que otros medran del Estado; sirven a esos intereses particulares de la misma forma que el neoliberalismo beneficia más a los empresarios que a los intereses de los trabajadores. En el Perú y en Chile, mientras la gente sufre la inflación o el desempleo, desde la izquierda y la derecha, y sus allegados, se va formado una casta de verdaderos chupasangre.
Al parecer, así lo está pensando la mayoría de los que votaron por el rechazo al proyecto constitucional, puesto que no tiene asidero la tesis de que votaron por la Constitución de Pinochet. Aquí defraudaron los políticos de la izquierda vanguardista y "contrahegemónica", no la mayoría de los ciudadanos. Estos votaron en el plebiscito de entrada por el cambio de constitución sí o sí y eligieron a sus representantes, quienes a su vez los defraudaron. En el plebiscito de salida, debían de evaluar su desempeño y los desaprobaron, y esos electores ahora esperan que otros representantes elaboren una Constitución más adecuada, que esté a la altura para que puedan aprobarla. No entender ni valorar la racionalidad y la emoción del ciudadano, sólo sirve para continuar exigiendo a la gente el respaldo a propuestas de dudosa conveniencia, y así no se avanza. Si las izquierdas no realizan los cambios necesarios en su oferta programática, si no se fortalece una opción de centro izquierda, el país (en Chile o aquí en Perú) no tendrá mucho futuro, ya que de la derecha-derechona nada se podrá esperar.
Augusto Ruiz Zevallos, Historiador