El PERÚ SIN EL APRA
A 126 años del natalicio de Haya de la Torre
Este 22 de febrero se cumplen 126 del nacimiento en Trujillo de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana en 1924 y del Partido Aprista Peruano en 1930 (en sentido estricto, cuando se funda la sección peruana del APRA, Haya se encontraba exiliado en Europa). Para nadie es un secreto que lo que hace casi cien años fue la utopía continental, y después nacional, más grande del siglo XX, hoy vive sus últimos días y su nombre, antes asociado al de la revolución social, hoy se relaciona con el de la corrupción y las malas prácticas políticas. Sin embargo, más allá de lo obvio, ¿qué significado tiene el fracaso del proyecto aprista en la historia del Perú? y ¿qué le dice esta realidad a la otra, a la de los veinte y pico candidatos arrancándose la piel buscando alcanzar el poder en una pseudo-república que, como alguna vez señaló Gonzáles Prada, se define mejor como una republiqueta criolla? Vamos por partes:
Dos etapas históricas
El proyecto de la unión continental
El APRA de Haya de la Torre tuvo dos etapas en su dilatada trayectoria institucional, la primera, fundacional o embrionaria, se desarrolla entre 1924/25 y 1930, coincide con el primer exilio de Haya y de la pléyade de grandes políticos e intelectuales que lo siguieron hasta el final de sus días, no todos por cierto, entre ellos figuran, Manuel Seoane, Luis Heysen, Antenor Orrego, Rómulo Meneses, Magda Portal, Luis Alberto Sánchez, Luis Bustamante, Carlos Manuel Cox y un largo etc. Esta fase es fundamental porque en ella Haya sustenta los principios de su proyecto político en su obra maestra: “El Antimperialismo y el APRA”, probablemente la única que ofrece un modelo socioeconómico y político específico para América Latina, derivado del marxismo pero diferente del socialismo, en el siglo XX.
“El Antimperialismo y el APRA” es el resultado de casi una década de reflexión de un hombre que, equivocado o no (ese ya no es, si alguna vez lo fue, un tema de discusión), para alcanzar sus conclusiones tuvo como laboratorio casi toda América Latina, el México revolucionario, los imperialismos viejo y nuevo de Inglaterra y Estados Unidos respectivamente, toda Europa, y por supuesto, la Rusia Soviética, la que visitó durante varios meses en 1925. Pero la alianza continental con la que soñó Haya era demasiado frágil para cuando, en 1928, la puso a prueba, y entonces surgió una fuerte y encendida división en su seno, donde la contraparte la encarnó otro peruano brillante: José Carlos Mariátegui. El tema es que a la dividida APRA continental, Haya sólo logra recomponerla como un partido político peruano, cuya doctrina , sin perder sus atisbos de originalidad, se situará más en la atmósfera socialdemócrata que en la marxista.
La fase peruana: Haya o no Haya
El mote de revolucionario, para bien o mal, persiguió al PAP casi hasta la muerte de Haya. Víctor Raúl fue un líder carismático y pletórico desde su participación en la conquista de la jornada de ocho horas laborales (1918-1919), y ese liderazgo se fue mistificando por diferentes razones entre las que se destacan el imaginario partidario del martirologio (ejemplo de ello, los apristas fusilados en Chanchán en julio de 1932, o los largos periodos de clandestinidad), así la idea de un líder dispuesto a morir por su pueblo, constantemente perseguido y hostigado por implacables dictaduras construyó un mito cuasi-religioso en el corazón de un proyecto político democratizador. La contradicción se cae de madura, es la dialéctica de nuestra historia republicana, por eso no somos república por más que nos llamemos así. El PAP, se lo escuché decir a Hugo Neira, trajo la modernidad política al Perú, pero nuestras viejas inercias históricas convirtieron un proyecto que debía ser una cosa, en otra muy distinta; hoy, en su reverso.
¿Consiguió algo el APRA histórica? Por supuesto que sí, le guste a quien le guste, nuestros derechos civiles, sociales, laborales se abrieron paso en el siglo XX, muy a pesar de la oligarquía, porque había allí en medio un partido gigantesco, sólido, disciplinado, que seguiría a su líder en la dirección que él indicase y dado que las formas republicanas, que no su semántica, las adoptaron hasta los engalonados caudillos militares del siglo XIX, había que hacer elecciones. Así se eligió a Prado en 1956 con los votos del APRA. ¿Claudicó el “Partido del Pueblo”?. Puede ser, pero también claudicó, y mucho, la oligarquía, y los derechos siguieron alcanzando cada vez a más y más peruanos, y Velasco –sí, el dictador militar, otra vez nuestra perversa dialéctica- completó el trabajo. Somos una república de paradojas.
Haya estuvo cerca de dejar algo permanente, de cambiar nuestra cultura política, de crear una idea de república democrática donde nunca existió, hace pocos días veía por televisión como en una localidad de Piura, unos pobladores echaban a pedradas a unos supervisores municipales, quienes respondieron a balazos, y así, la pulsada de manos reemplaza el contrato social, una y otra vez. Pero en 1979 la mesa quedó servida, había una constitución democrática, había, como nunca antes, partidos políticos, derecha, centro derecha a izquierda, además del PAP, y había un enorme movimiento popular, sindicatos, comités de madres, clubes del vaso de leche etc.
No tengo tiempo para detalles, la primera república peruana (1978-1992), soy el único que la llama así, duró 14 años, Sendero Luminoso, la crisis, la hiper-inflación, las urgentes necesidades de servicios básicos no satisfechas hicieron que el Perú emergente prefiriese al outsider Fujimori y lo dotase de la popularidad necesaria para liquidarla el 5 de abril de 1992. Dos proyectos republicanos ha tenido la republica peruana: el de Manuel Pardo, tan bien explicado por Carmen Mc Evoy, y el aprista, al que de alguna manera casi desembocamos con la Constitución del 1979, pero no nos hemos fijado, pensamos solo en el terror y en el dolor ochenteros y está bien, pero la narrativa da para más y el pasado también.
Palabras al presente
Muchos se reirán del final del APRA, otros, anti-apristas viejos, se dirán ¡por fin desapareció! Por supuesto que el nombre de Alan García está en el centro de las reflexiones y de las responsabilidades acerca de la cuasi desaparición del PAP, pero la reflexión es sin duda otra. En el Perú, no ha habido proyecto político-ideológico más importante y potente, ni tampoco ha existido un partido político tan poderoso, grande y organizado como el APRA, ni ninguna militancia cuasi-religiosa que, ultimadamente, estuviese dispuesta no solo a matar sino a morir por su líder, Víctor Raúl, y sus ideales. Y ese proyecto político, precisamente ese proyecto político, con esas características, hoy se amalgama con la pátina del viejo y patético retrato de la republiqueta criolla, se confunde con ella, desaparece en ella. Y mientras algunos celebran el declive de una estrella, harto funcionario se vacunó por lo bajo y Manuel Merino quisiera verse de nuevo en Palacio de Gobierno.
Si somos republiqueta, y no república, es porque el militarismo, la corrupción y el clasismo/racismo/discriminación, entre otras taras, siempre estuvieron por encima de cualquier proyecto a favor del bien común. Lo que se muere, el APRA, es el proyecto a favor de dicho bien común más serio que parió nuestra historia independiente y ninguno otro, no así de fuerte, parece aún asomar en el horizonte. El panorama es desolador.
Daniel Parodi Revoredo