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Julio Guzmán, opción del partido morado parece la más institucionalizada. imagen  celag.org

Populistas vs Republicanos

Elegir en 1978 fue muy difícil, vaya que lo fue, en 2021 será, en realidad, muy sencillo: solo hay que elegir al Perú. (Historiador Daniel Parodi Revoredo) 

Publicado: 2020-10-01

Esta historia remonta a 1978 cuando elegimos 100 diputados a la Asamblea Constituyente en pleno Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Para el régimen de facto era claro que tanto la economía como el movimiento popular se le habían ido de las manos, por eso decidió devolver el poder a los civiles, en medio de una crisis de la que solo saldríamos en otra etapa de la historia universal, cuando el mundo dejó de estar dividido entre capitalistas y comunistas, debido al derrumbe de la Unión Soviética en 1991. Pero volvamos a dicha asamblea, sus diputados tenían algo en común: todos representaban partidos políticos, los que a su vez representaban ideologías, cosmovisiones del mundo e, inclusive, regímenes del pasado.  

Estaban, en primer lugar, los apristas, liderados por su veterano fundador Víctor Raúl Haya de la Torre, que había apoyado las reformas nacionalistas de Velasco, aunque no su autoritarismo; estaba la derecha política, representada por el Partido Popular Cristiano y su líder Luis Bedoya Reyes; estaba la izquierda marxista, representada por varios partidos, medianos y pequeños; y estaban también los democristianos, los odriístas y los pradistas. Con esa representación nacional algo era seguro: la nueva constitución sería el resultado de los consensos que los representantes pudiesen lograr de acuerdo con sus respectivas visiones de país y nunca en función de intereses subalternos.

Pero en la década de 1990 nos quedamos sin partidos políticos debido a la antipolítica fujimorista, y la manera cómo se reclutan los representantes es fundamental para comprender por qué el año pasado cerramos un pésimo congreso sólo para elegir otro igual: la gran mayoría de nuestros partidos políticos son vientres de alquiler cuyo mayor mérito es contar con inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones. En tiempos de elecciones generales, estas agrupaciones se convierten en “partidos-pescador”. Esto es, tienden redes de pescar en cada circunscripción que elige congresistas para captar potentados regionales vinculados con un sinfín de actividades, las más de las veces ilícitas, capaces de financiar una campaña millonaria y tender una red clientelar, esto es una cadena de favores, de dones y contradones, como lo describe Carmen Mc Evoy en un brillante artículo acerca de la cultura política peruana en tiempos de Ramón Castilla.

Desde 1990 hasta la fecha, este sistema, por definición corrupto y antirrepublicano, ha evolucionado al punto de que grandes potentados, como César Acuña y José Luna, cuentan con partidos políticos de los que son literalmente dueños y ostentan importantes bancadas parlamentarias que responden directamente a sus lobbies en defensa de sus negocios e intereses privados. Es el precio que hoy pagamos debido al desmontaje de nuestra partidocracia en tiempos del fujimorismo, la que, con todos sus defectos, era una partidocracia.

El tema se agravó con la beoda ley de regionalización aprobada en 2002 durante el gobierno de Alejandro Toledo. No es que yo no crea en la descentralización, pero la creación de 24 gobiernos regionales en un país que acaba de desmantelar su sistema de partidos políticos dio lugar a que varios pequeños “César Acuña” y “José Luna” se disputasen el poder en cada región y así ha sido. Lo más triste es que esta nueva praxis política, que en realidad es un remix, distópico y pervertido, de nuestras prácticas clientelistas de siempre, ha penetrado también los partidos políticos tradicionales, de allí que el APRA, en el congreso anterior, y AP en el presente, han dado muestras más que palpables de encontrarse en una lógica populista-clientelar absolutamente reñida con sus principios políticos fundacionales.

Por todo lo dicho, en las próximas elecciones la tradicional división derecha, centro e izquierda no será la fundamental, no digo que no esté presente, digo que no será decisiva, digo que no es la primera decisión, digo que no es lo primero que tenemos que buscar en las fuerzas políticas, ni en los candidatos para definir nuestro voto. No, lo primero que tenemos que observar es qué fuerzas se sitúan en la lógica populista-clientelar de los Acuña, Luna, APP, UPP, AP, FP, PAP, Podemos y cuáles se sitúan en una lógica republicana-institucional, en las que, lo realmente importante sea los principios político-ideológicos y los programas de gobierno; en las que se nos asegure que los representantes de dichas alianzas o partidos políticos responderán a dichos principios y programas. Notemos, además, que una característica del populismo-clientelar es precisamente carecer de programa, es la ausencia de algún atisbo de proyecto de desarrollo para el país. El populismo se fundamenta en la política del “parche”, de la obra facilista, que resuelve un problema puntual para el aplauso de la clientela, mientras que la coima se la reparten los de siempre, no nos engañemos, así se nos fue un Bicentenario.

No soy izquierdista, y cuando escucho a los representantes de Nuevo Perú o Frente Amplio intentar sin éxito explicar el galimatías de sus programas económicos me siento absolutamente aterrado. Sin embargo, debo reconocer un atisbo de institucionalidad en estas propuestas toda vez que sus representantes, en los dos últimos congresos, han respondido siempre a premisas ideológicas y se han destacado en algunas áreas específicas como la defensa del medio ambiente. En otras palabras, no he visto en las bancadas de la izquierda a lobistas defendiendo intereses sino a políticos defendiendo posiciones y es, desde premisas como esta, que comenzaremos a reconstruir una clase política peruana.

Culmino por el principio: la expresión más republicana e institucional de la política peruana al día de hoy es el Partido Morado. El “récord mundial” de recolección de firmas para inscribirse como partido político con los requisitos más difíciles del orbe -y que felizmente ya fueron modificados- pudo lograrse gracias a la movilización de miles de militantes y simpatizantes morados, limeños y provincianos, por todo el país. Ello les ha permitido fundar bases partidarias en la mayoría de las provincias peruanas, las que están activas y realizan diferentes actividades entre las que se destacan las capacitaciones de cuadros políticos y formación de talentos. El Partido Morado ha sabido reclutar para sus filas a destacados profesionales en todas las áreas, los que vienen elaborando planes de gobierno tanto a nivel nacional como para cada región. Recientemente su líder, Julio Guzmán, ha sellado una alianza política con Susel Paredes, lideresa de Fuerza Ciudadana, organización política que también se caracteriza por contar entre sus filas con profesionales y técnicos de destacada trayectoria.

El Partido Morado cuenta con una ideología ya elaborada y desarrollada en varios documentos que pueden consultarse en su página web -leer un poquito no hace daño- se define como de Centro Republicano y apunta, en líneas generales, a alcanzar un equilibrio entre la actuación del mercado y la participación estatal en tiempos en los que el socialismo demostró su caducidad hace tres décadas, pero en los que también el neoliberalismo a ultranza, que se nos impuso desde que se derrumbase el socialismo real, tras la caída del muro de Berlín en 1989, nos muestra sus enormes fisuras y limitaciones.

Si se trata de elegir entre los políticos del “como es” y del “cuanto hay”, y los celebérrimos “roba, pero hace obra” el abanico electoral del 2021 no nos deja demasiadas opciones para escoger. Elegir en 1978 fue muy difícil, vaya que lo fue, en 2021 será, en realidad, muy sencillo: solo hay que elegir al Perú.

Historiador Daniel Parodi Revoredo Twitter: @parodirevoredo


Escrito por

Daniel Parodi Revoredo

Máster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, Historiador Docente en U. de Lima y PUCP. Opiniones personales


Publicado en

Palabras Esdrújulas

PALABRAS ESDRUJULAS por Daniel Parodi