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La plaza San Francisco de la Paz, copada por manifestantes contrarios a la 4ta reelección de evo morales  

LA HORA DE LA SOCIEDAD CIVIL

En Bolivia, Chile, Perú y Ecuador el pueblo se ha constituido en el 4to poder del Estado

Publicado: 2019-11-11

¿Qué tienen en común las movilizaciones de Bolivia, Chile, Perú y Ecuador? Podría decirse que nada, en Bolivia las masas se levantaron en contra de la cuarta reelección de Evo Morales; es decir, contra el caudillismo y un régimen progresista que cada vez se parecía más a una dictadura. En Chile las protestan atacan las políticas neoliberales y las enormes desigualdades sociales por lo que, hasta hoy, las multitudes claman por un cambio de gobierno y de Constitución; en Ecuador los miles de manifestantes que llegaron a Quito se opusieron y lograron la anulación de una importante alza en el precio de los combustibles y servicios de transporte público. En el Perú, las masas respaldaron el trabajo del equipo de fiscales anticorrupción cuando se intentó removerlos de sus cargos, así como realizaron una vigilia ante la sede del poder legislativo para asegurar que se concrete la disolución constitucional de un Congreso al que las grandes mayorías tenían por obstruccionista y relacionado con graves actos de corrupción en agravio del Estado.  

Sin embargo, sí existe un denominar común en las multitudinarias movilizaciones que hoy estremecen a América Latina y este es su propio protagonista: es decir, las masas. Hace 90 años, en 1929, comenzó a publicarse por entregas semanales en el diario El Sol de España la Rebelión de las masas, obra del filósofo español José Ortega y Gasset en la que anunciaba que las mayorías habían suplantando a las minorías en las calles, en tiempos de grandes revoluciones políticas. Reflexionaba Ortega acerca de las masas que sostenían en el poder a Benito Mussolini, dictador fascista de Italia, tanto como en las multitudes organizadas que llevaron a los bolcheviques al poder en Rusia, en 1917. A los dos ejemplos se suman otros, el siglo XX era el de las masas irrumpiendo en la política dirigidas por enormes partidos políticos que se habían forjado la centuria anterior como el laborismo inglés o la social-democracia alemana.

Sin embargo, hace apenas 10 años, o quizá menos, nada hacía presagiar que en América Latina las masas derribasen un presidente, pudiesen contra las cuerdas a otro, obligasen a recular a uno más, o le diesen un espaldarazo para sacar adelante importantes reformas políticas y judiciales. A pesar de ello, si examinamos el tema con mayor detenimiento podremos colegir que era hasta predecible que, más temprano que tarde, en una región subdesarrollada, con flagrantes casos de corrupción en sus clases políticas y que mantiene altos índices de pobreza, una población informada e interconectada a través de las tecnologías de la información y de las comunicaciones se constituyese en decisivo actor político, mucho más allá de votar cada cuatro, cinco o seis años.

Así no los explica Moisés Naim en El Fin del Poder, cuando nos dice que ha pasado la hora de los grandes partidos políticos, del poder inmenso del Estado, o del gobierno, de ese Leviatán en el que pensaba Thomas Hobbes. Y sostiene que ha llegado la hora de la gente, de la sociedad civil, de las convocatorias que se realizan desde las redes sociales, donde el poder está o no está aquí o en cualquier parte o sencillamente se licua, como sostiene Zigmund Bauman.

Pero entre tantas explicaciones vuelve a asomar la de Sergio Ortiz Leroux en su En Defensa de la República, donde sostiene que el neorepublicanismo tiene precisamente en la sociedad civil a un cuarto poder, independiente de los clásicos Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este poder, el de la gente, el de las masas autoconvocadas, tiene la cualidad de aparecer en ciertas circunstancias cuando el contrato social se incumple o se desvía, o cuando los representantes del pueblo claudican de este en virtud de intereses distintos o adversos al bien común. Entonces, de manera espontánea, la soberanía regresa al pueblo, se retorna al contrato social o se le perfecciona y el cuarto poder (ya no la prensa) habiendo terminado y cuplido con su misión, se desconvoca automáticamente.

Sobre este particular, el caso boliviano es sintomático. No es un golpe de estado en sentido estricto, como han gritado hasta al cielo los defensores del régimen, es más simple, las fuerzas armadas se han negado a disparar en contra del soberano, del pueblo. Al contrario, han acatado la voluntad popular. En Bolivia habrá nuevas elecciones, ningún militar se quedará ni cinco, ni diez, ni veinte años en el poder, en meses el vecino altiplánico habrá vuelto a su contrato social, a la normalidad democrática, como lo haremos nosotros cuando asistamos a votar a finales de enero del 2020.

En Chile el tema se complica porque ante la rebelión de las masas se antepone otro poder fortísimo y con gran conciencia de sí como lo son sus clases altas en alianza con la casta militar, las que sienten que claudicarán del poder que tradicionalmente han ostentado si ceden a la demanda popular de un nuevo contrato social. La res pública pide nuevo presidente y nueva constitución y algún resultado o solución se abrirá paso en los próximos días o semanas.

Mi conclusión es que América Latina nos trae buenas noticias. En docientos años de experiencia república nuestro cuarto poder – el pueblo consciente y listo para movilizarse- quiere democracia, justicia social, honestidad en el gobierno, una mejor distribución de la riqueza y la guerra sin cuartel contra la corrupción. Desde que los partidos políticos dejasen de ser protagonistas principales, pareció advenirse una época de desdén popular hacia la política. En realidad, se trató simplemente del tiempo que tarda tomar conciencia de sí y asumir que la soberanía es de la gente y que el gobierno supone apenas la delegatura de dicha soberanía. De ahora en adelante, quienes ejerzan el poder el la región, vía elección popular, saben que están obligados al buen gobierno pues serán permanentemente fiscalizados por las masas. Rousseau resultó latinoamericano.

Daniel Parodi, docente en Universidad de Lima y Pontificia Universidad Católica del Perú 


Escrito por

Daniel Parodi Revoredo

Máster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, Historiador Docente en U. de Lima y PUCP. Opiniones personales


Publicado en

Palabras Esdrújulas

PALABRAS ESDRUJULAS por Daniel Parodi