Confesión chavista
El respaldo de #NuevoPerú a la dictadura de Nicolás Maduro y su condena al régimen constitucional de Juan Guaidó
Hay coincidencias indeseables, seguro que sí. Que un personaje como Donald Trump apoye el gobierno democrático recién instaurado en Venezuela, encabezado por Juan Guaidó, resulta poco inspirador. Sin duda hubiésemos preferido que fuese Barack Obama o Hillary Clinton, pero como en Estados Unidos también rige la democracia, le tocó a esta versión apocalíptica de John Wayne dar el espaldarazo a los millones de venezolanos que ayer, día y noche, lucharon por recuperar sus derechos civiles, políticos y sociales en su país, esto es decir, su democracia.
No es pues un tema de Donald Trump, se trata en realidad de otra cosa, se trata de que en 2001 los países miembros de la OEA firmamos la Carta Democrática Interamericana. Esta se instituyó para defender la institucionalidad democrática de los países miembros y combatir el caudillismo militar, mal endémico de nuestras naciones desde que, tras el Congreso de Panamá (1825), prefirieron la nimiedad de seguir sus caminos separados antes que unidos en una sola Patria Grande, a despecho de las utopías de Simón Bolívar.
El sueño boliviariano lo retomaron las primeras generaciones del siglo XX, allí estuvieron el argentino Manuel Ugarte, el mexicano José Vasconcelos y Víctor Raúl Haya de la Torre, peruano, quien desarrolló al respecto el corpus doctrinal más depurado. En 1942, Haya de la Torre publicó, desde la clandestinidad, “La Defensa Continental”, libro en el cual, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial toma partido en favor de los aliados y, considerando "la política de la buena vecindad" aplicada por el líder estadounidense F.D. Roosevelt, planteó la colaboración entre los "Estados Unidos del Norte y los Estados Unidos del Sur" para preservar la democracia, contando para ello con una fuerza militar continental, una especie de cascos azules americanos.
La idea del ejército continental encuentra sus orígenes en el libertador Bolívar, quien soñaba con la posibilidad de una Sudamérica unida con un ejército de 100.000 que le permitiesen posicionarse en el mundo, junto con lo que aportaría la unión e interdependencia entre sus economías. Haya recuperó la idea en la década de 1920 para enfrentar al imperialismo yanqui, pues aún eran los tiempos del "gran garrote gringo", de la intervención militar en Nicaragua y del control del canal de Panamá por Estados Unidos.
Pues bien, los tiempos han cambiado, no apoyo la intervención norteamericana en Venezuela, como no la apoyaría en Cuba, pero jamás colocaría esta disyuntiva por encima de mi principista y convencido apoyo al restablecimiento de la democracia en Venezuela y, junto a él, mi rechazo indignado a la obscena y corrupta dictadura militar que encabeza Nicolás Maduro. Eso es lo primero que un demócrata cabal tiene que expresar en estos momentos.
Lo que nos manifiesta Nuevo Perú, en las entrelineas de su comunicado (toma nota Perú que hoy tanto luchas por consolidar la institucionalidad en contra del narcotráfico) es que un eventual gobierno de esta agrupación política no tendría ningún empacho en tumbarse las mismas instituciones que hoy defiende a gritos en las calles, para reemplazarlas por una autocracia igual o peor que la venezolana. Esta, en realidad, de socialista tiene muy poco, nacionalizar el petróleo, cerrar los medios no adictos al régimen y reprimir brutalmente la oposición, lo único que oculta es un asistencialismo a ultranza -pan y circo al pueblo- y la compra de aliados regionales con millones de barriles de crudo barato. ¿Dónde está el proyecto de desarrollo? ¿dónde está el cambio de matriz productiva y la industrialización con tantísimo dinero que hoy ya no está? y, sobre todo, ¿Dónde están los millones de venezolanos que mueren de hambre, de los cuales más de medio millón han sido acogidos por nuestro país? ¿no es suficiente crisis humanitaria para constatar que un modelo no funciona? ¿es eso lo que respaldan? ¿lo que le ofrecen al país?
El comunicado de Nuevo Perú contiene 4 párrafos que sin duda constituyen una confesión sincera sobre lo que piensan y que no contiene una sola línea de respaldo a la soberana voluntad del pueblo venezolana de retornar a la democracia, a las libertades civiles y al orden constitucional. Al contrario, se condena el reconocimiento peruano al legítimo gobierno democrático de Juan Guaidó, se dice que Nicolás Maduro ha sido elegido soberanamente por el pueblo, lo cual no puede modificarse por una “correlación internacional”, y se denuncia al final el machismo, xenofobia y depredación ambiental que promueven Trump y Bolsonaro (este último implícito) . De acuerdo con lo último ¿pero es el punto? ¿la condena a Trump implica un respaldo, mucho más abierto que soterrado, a la tiranía de Maduro?.
Nuestra izquierda no lo entiende, tampoco lo hace parte de nuestra derecha empresarial: la república democrática constituye un gran contrato social, un gran marco legal expresado en la constitución, dentro del cual pueden desenvolverse izquierdas, centros y derechas, lo que no se puede es romper las reglas de juego que dicho contrato establece. Solo así madurará una región que está conmemorando una ya bicentenaria adolescencia. Se me queda en el tintero mi agradecimiento a Nuevo Perú; me permite hacerle entender a los de la otra orilla que defender los derechos humanos, la institucionalidad, tanto como condenar la corrupción y a los corruptos me hace todavía más republicano -igual que a millones más – pero nunca chavista, ni nada que se le parezca.
El manifiesto de Nuevo Perú

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