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El PErú quiere caras nuevas en la política

La próxima revolución

"La próxima revolución,  no será ni de izquierda ni de derecha, será moral"

Daniel Parodi Revoredo

Publicado: 2017-12-26

Conversaba con mis estudiantes la última sesión de clases sobre el Perú Republicano y les pregunté acerca del fin de las utopías. Les dije, tal vez con error, que hasta hace 30 años, esas utopías ideológicas que se derrumbaron junto con el emblemático muro de Berlín, eran una suerte de barrera contra la corrupción porque muchas personas, no todas, actuaban en la política con la finalidad de alcanzar aquellas que, equivocadas o no, buscaban el bien al final del camino. Es que éramos un poco así los hombres y mujeres del siglo XX, ya sea a través del marxismo, o de la social democracia, o del aprismo para el caso peruano, pensábamos que alcanzaríamos “la ansiada redención”, el Edén, o el “paraíso terrenal” para los creyentes. 

Sin embargo, súbitamente el mundo se aburrió de los grandes metarrelatos, de los determinismos ideológicos y entonces imperó la cultura del instante, del WhatsApp, del like, cuando no del espectáculo; la política convertida en marketing, en performance, como se lamentara Mario Vargas Llosa. Y entonces les pregunté a los jóvenes si acaso la corrupción era un poco el resultado de todo eso, del descreimiento, del ateísmo político. Pero me respondieron tajantemente que no; más bien, están hartos del hartazgo por las utopías, no es que quieran retomarlas, pero, si por hartazgo por las utopías entendemos desenfado, irresponsabilidad frente al ejercicio de la función pública y corrupción, entonces es de todo eso que están hartos.

Me dijeron, un poco sin señalar con precisión, que querían algo nuevo y que ni su juventud, ni su eventual no adhesión a las utopías ideológicas del siglo XX, supone su indiferencia frente a lo que pasa y su rotundo asqueo frente a la clase política en su conjunto, y al triste espectáculo que nos brinda día a día, como la patética defensa de “mis corruptos” porque no son tan corruptos como “tus corruptos”. Este no sería el primer divorcio sociedad/clase política. En el siglo XX republicano acudimos a otro en la coyuntura de las luchas obreras y políticas de 1918-1919, canalizadas a su favor por el dictador Leguía, quien inicialmente atrajo a sí la adhesión de una juventud cansada del besamanos aristocrático, “maestro de juventudes” lo nombraron los mismos jóvenes que después, en 1923, lo desafiaron liderados por Haya de la Torre.

El otro divorcio que identifico rápidamente es aquel que llevó a Fujimori a la presidencia en 1990 y fue, ciertamente, un divorcio muy distinto al anterior. La clase política, arrinconada por la crisis de la deuda externa, la ausencia de inversión extranjera y el terrorismo, no fue capaz de satisfacer las demandas de servicios básicos del Perú emergente y, del abismo que esta situación generó, surgió Alberto Fujimori, aclamado por las masas después del autogolpe del 5 de abril para instaurar el neo-populismo finisecular que le dio vida a una nueva cultura política que resulta de la fusión del viejo patrimonialismo-clientelar, que heredamos del coloniaje, con elementos propios del cambio de milenio, como manejo de los medios de comunicación masiva etc. De allí que hoy contemos, al menos con una mitad del Perú que razona políticamente en esos términos y que adhiere a la pendenciera voz de Philipp Butters todas las mañanas en AM y FM.

Pero nos queda la otra mitad del Perú, joven, clasemediera, más formal, que quiere asentarse en el país a través del ejercicio de su profesión y aportar desde premisas en las que la honestidad y el servicio público, bien entendidos, sí son valores que significan algo. Este sector, juvenil, mesocrático, carece de referentes políticos a los que adherirse, toda vez que rechaza a todos los que hoy están haciendo, finalmente, una cola ordenada para sentarse en el banquillo de los aceitados de Odebrecht. 

El tema empeora, porque a Mauricio Mulder no se le ha ocurrido nada mejor que proponer una ley que, de resultar aprobada, les impedirá a los partidos políticos nuevos postular el 2021, esto sin contar que la valla para inscribir nuevos partidos políticos ha subido del 3 al 4% de firmas de sufragantes en el último proceso, eso equivale a 733.000 rúbricas, aproximadamente. La intención: que sólo participen “partidos con experiencia y sabiduría”; evitar que “aventureros participen en las elecciones”.

Si en algo coincido con Mulder es que no podemos sino ignorar si nuevas fuerzas políticas podrán ofrecernos algo mejor que las que hoy existen, pero nos falta en la ecuación señalar que ni Fuerza Popular, ni el PAP, tal y como está, ni el nacionalismo de los Humala, ni los chacanos de Toledo están en posición de arrobarse su experiencia política como sinónimo de buen gobierno. Por el contrario, suponen la certeza de que el cambio radical que nuestra política necesita nunca se producirá.

La calle está como está: una gran parte del Perú, principalmente la joven, quiere caras nuevas en la política y tiene meridianamente claro que no desea seguir conviviendo con las miserias de una generación política que ha fracasado estrepitosamente. No les cerremos el paso a quienes, ojalá, renueven la política pues la coyuntura para la próxima revolución se encuentra prácticamente lista. Dejen entrar a los nuevos, dejen a la gente escoger, votar por el cambio, pues la próxima revolución, aquella que no será ni de izquierda ni de derecha, sino moral, está a la vuelta de la esquina.  

Publicado originalmente en revista Latitud, veáse el siguiente link: 

http://www.latitud.pe

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Escrito por

Daniel Parodi Revoredo

Máster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, Historiador Docente en U. de Lima y PUCP. Opiniones personales


Publicado en

Palabras Esdrújulas

PALABRAS ESDRUJULAS por Daniel Parodi