O'Higgins en Lima
"Con el libertador de Chile Bernardo O'Higgins hemos dado un paso adelante. Lo siento más presente, más nuestro, lo veo más seguido al lado de San Martín y Bolívar"
Un 20 de agosto de 1778, hace 239 años, nació en Chillán, Chile, Bernardo O'Higgins, hijo natural del virrey del Perú Ambrosio O'Higgins y, años después, libertador de su país, así como impulsor y financista de la expedición de José de San Martín a nuestro virreinato para sumarse a los patriotas peruanos y asegurar la independencia de América.
Sin embargo, una historia del libertador O'Higgins que poco a poco comienza a hacerse conocida en nuestro medio es que vivió las últimas dos décadas de su vida en el Perú, rodeado del respeto y cariño tanto de autoridades políticas como del pueblo. Don Bernardo partió desde el puerto de Valparaíso al exilio el 17 de julio de 1823, luego de que una guerra caudillesca, de esas tan típicas latinoamericanas, lo obligase a abdicar del cargo de Director Supremo que ostentase en Chile desde su emancipación.
O'Higgins desembarcó en el Callao el 28 de julio de 1823, exactamente dos años después de que San Martín proclamase en Lima la independencia del Perú. El libertador argentino lo recibió con todos los honores del caso y le obsequió, a nombre del Estado peruano, las haciendas Montalván y Cuiba, las que administró y alternó con temporadas en su casa limeña del actual jirón de la Unión. Allí murió un 24 de octubre de 1842, lejos de su patria de nacimiento, aunque acogido por otra, la nuestra, que siempre le mostró gratitud.
Por todo lo dicho, parece positivo que este aniversario del nacimiento del libertador chileno encuentre al Perú y Chile en un estupendo momento de su relación bilateral, y que, para la ocasión, nos visite el Dr. Claudio Ruff Escobar, rector de la Universidad Bernardo O'Higgins de Santiago. Esta está organizando, junto con la UNMSM, la Municipalidad de Lima Metropolitana, y la Embajada de Chile en Lima, el foro internacional “Perú y Chile en tiempos del libertador O'Higgins”. El evento se realizará en el salón dorado del Teatro Municipal este miércoles 16 de agosto desde las 5pm y constará de tres mesas académicas, todas con participación de importantes académicos de nuestros dos países.
Frontera: espacio común o línea divisoria
Sin embargo -ad portas de los festejos por el Bicentenario- el siglo XIX, su historia y su impronta, no solo nos traen el recuerdo de la colaboración de diversos países en la independencia del Perú, sino también una idea de frontera que aún nos separa y que es fundamental actualizar para potenciar la integración y superar las desconfianzas que, viniendo del pasado, permanecen como una cuña en los confines de nuestro presente.
Este es el caso de legislaciones que, tanto en el Perú como en Chile, nos conectan aún a un concepto de soberanía en el que las líneas divisorias entre los estados son concebidas como un gran muro o una gran barrera que cumple la finalidad de separar a los pueblos y cuya transgresión supone la invasión del otro y no su visita o acercamiento. Así pues, la legislación chilena prohíbe expresamente a los ciudadanos de países limítrofes adquirir propiedades en la periferia de su frontera, mientras que la peruana va mucho más allá pues el artículo 71 de la Constitución Política de 1993 establece expresamente que ningún extranjero puede poseer ni propiedades, ni negocios en un radio de 50km de distancia de nuestros límites fronterizos.
Al respecto, me gustaría sumarle a esta discusión las palabras de Fanny Barrientos, profesora del Liceo Politécnico de Arica, quien, vivenciando su condición de maestra en una región fronteriza, sostiene que “una frontera tiene que ver con nexos imaginarios que emergen desde la cotidianidad. Queremos construir un diseño de mundos complementarios, basado en una cultura de paz, con valores que todos nosotros conocemos, como la integración, la colaboración, la complementariedad, la construcción colectiva, la resolución de problemas comunes” (1).
Es por eso que las fronteras ya no deben verse más como líneas divisorias sino como espacios de encuentro e intercambio no solo comercial, sino cultural y humano. Pensemos y miremos los puestos fronterizos europeos, su casi turística existencia, y coincidiremos con que estamos, como diría Jürgen Habermas, a siglos de distancia de dejar la esfera nacional y pasar a la postnacional (2).
Reconciliación y conclusión
Que nuestras legislaciones utilicen definiciones de frontera y soberanía propias del siglo XIX tiene una explicación que, definitivamente, no es unilateral. No es un problema solo de los peruanos, ni solo de los chilenos, ni solo de los bolivianos, a quienes menciono pues es difícil desligar esta temática de su dinámica trinacional. Los europeos se integraron, en primer lugar, porque tuvieron la lucidez de comprender que el pasado, la historia, es un dato de la realidad y que, como tal, forma parte de ella. Por eso le asignaron especial importancia a la reconciliación que supone traer los hechos dolorosos del pasado al presente y ponerlos sobre la mesa para que de la dinámica subsecuente surjan los gestos necesarios y fundamentales para asumir, interiormente, que aquel pasado realmente ya pasó, que merece recuerdo, conmemoración y respeto, pero que representa una realidad que no se conecta políticamente con el presente.
Hoy estas tesis las recoge inclusive la geopolítica crítica, que es una rama revisionista de la clásica. Aquella sostiene que las decisiones en política internacional de los actores políticos del presente no son racionales, como tampoco los estados lo son, pues los imaginarios históricos influyen necesariamente en ellos y los tiñen de subjetividad (3). De allí el recelo, de allí las políticas que pareciesen ir en contra de las agujas del reloj, de allí la integración socioeconómica, sacándole años luz de tiempo y de distancia a los discursos nacionalistas que aún brotan de la oficialidad, ya sea a través de sus autoridades o de la enseñanza escolar.
Digámoslo con toda claridad: algún día tendremos que conversar abierta y respetuosamente de la guerra de los bisabuelos, de la guerra del Pacífico y sus huellas, que son más profundas, como es lógico, en los países invadidos y que luego resultaron perdedores. Y también tendremos que decidir cómo abordarla en la escuela desde el enfoque de la cultura de paz para que deje de reproducir, en el presente, la vieja desconfianza del pasado.
Pero con el libertador O'Higgins, sin duda, hemos dado un paso adelante, por pequeño que pudiese parecernos. Lo siento más presente, más nuestro, lo veo más seguido al lado de San Martín y Bolívar, pedestal donde, por cierto, nos falta colocar al general José de la Mar (4), el prócer peruano por excelencia, pero este ya es otro debate. Por lo pronto, sirva la celebración del 239 aniversario de O'Higgins para recordar que el Perú y Chile estamos más integrados que nunca y que debemos ser consecuentes con dicha realidad.
Publicado en Revista Ideele el 11 de agosto de 2017
Notas
1. Barrientos, Fanny. ¿Cambia la lluvia según la ventana por dónde se le mire? En CAVIERES, Eduardo (ed.). La historia y la escuela. Integración en la triple frontera: Bolivia, Chile y Perú. Iquique, Universidad de Tarapacá, 2016
2. HABERMAS, Jürten. Más allá del Estado Nacional. México, FCE, 1998
3. CABRERA, Lester. Percepción y geopolítica en la relación Chile-Perú. Dede el acta de ejecución hasta la demanda de la Haya. Indiana, Palibrio LLC, 2014
4. José de la Mar nació en Cuenca, Ecuador, pero de acuerdo con su propia voluntad, tanto como por la legislación y realidad políticos de su tiempo fue peruano. La Mar creó en Trujillo la Primera División del Ejército del Perú, que resultó clave en la victoria decisiva de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824. Fue presidente del país en tres oportunidades.