¿Fue democrático el 5 de abril de 1992?
Hoy es hora de criticar una dictadura de izquierda, la venezolana, eso me queda clarísimo. Pero hacen mal los fujimoristas en justificar el golpe del 5 de abril de 1992 porque las encuestas lo favorecieron. Hoy mismo pudiera ser que la mayoría de peruanos piense que Keiko deba ser la presidenta del Perú ¿entonces hacemos golpe y ya?
Varios otros ejemplos en uno solo: nuestros últimos cuatro gobiernos, incluido este, siempre o casi siempre han sido desaprobados en las encuestas. Unos, meses después de asumir el mando; otros, tras un año o dos: ¿supone eso que deba quebrarse el orden constitucional?
Por eso no somos una sociedad auténticamente republicana y democrática, porque ignoramos que una República se sostiene en una Constitución que todos debemos respetar. La Carta Magna, además, establece los mecanismos para modificarse si fuese el caso, pero sin que nadie pueda salirse de su marco porque se trata de nuestro contrato social, del acuerdo que, a través de nuestros representantes, adoptamos para vivir juntos de cierta manera.
¿Son las encuestas las que determinan qué es lo democrático? Por supuesto que no, sólo establecen el sentir de la opinión pública en un momento determinado. Lo que garantiza una democracia es el respeto de la ley y la Constitución. Para quien no me entienda: que los tres poderes del Estado -ejecutivo, legislativo y judicial- sean realmente independientes unos de otros y generen un equilibro entre sí para que ninguno de los tres domine o invada a los demás y convierta el gobierno en una dictadura.
Otra clave para ser democrático es reconocer que las elecciones generales, en el caso del Perú, se realizan cada cinco años y que ese es el momento para hacer los cambios, lo mismo que los gobiernos regionales, que el pueblo tiene el derecho de modificar cada cuatro, a través del sufragio. Además existen otros mecanismos, todos constitucionales y legales: el referéndum, la revocatoria, la reforma de la Constitución con mayoría calificada, etc.
Que la opinión pública apoye una dictadura no la convierte en democrática porque precisamente ha quebrado el orden constitucional. Mucho peor si lo quiebra -o si lo vuelve a quebrar como en Venezuela- cuando ya casi nadie defiende al tirano. Mudos testigos de lo que he dicho son los cuerpos de los hermanos Gutiérrez, que le ofrecieron a la Lima de Francisco Pizarro el dantesco espectáculo de lucirse colgados de las torres de su Catedral, linchados por una turba hastiada de militarismo, luego de que intentasen una rebelión contra el régimen civilista de Manuel Pardo el 22 de julio de 1872.
El favor popular puede hacer perdurar a un tirano en el poder, pero nunca logrará hacerlo legítimo. Finalmente caerá, deberá responder ante la ley y vendrá lo más difícil: la reconstrucción de las destrozadas instituciones democráticas, la lentísima convalecencia de la Republica.
A ver si los latinoamericanos aprendemos de una vez esta lección que hemos reprobado hasta la saciedad a lo largo de casi dos siglos de vida independiente. De lo contrario seguiremos engendrando tiranías, una tras otra, hasta el infinito.
@parodirevoredo
Exclusivo para La Mula