Utopía Morada
El Partido Morado, con Julio Guzmán al frente, ya es el mejor organizado del Perú
Imaginemos que ante el Quijote no solo hubiesen ladrado los perros, sino rugido los leones, bramado los toros, relinchado los caballos, aullado los coyotes, graznado los cuervos y gruñido los cerdos. Esa es la sensación que me viene dejando, ya desde hace varios meses, el Partido Morado. Me parecían demasiadas las críticas hacia un movimiento que aún pugnaba por lograr su inscripción ante el JNE. Sospechaba, por ello mismo, que algo debía traerse entre manos este proyecto, para sacar de tal manera de su zona de confort a los viejos inquilinos de nuestra anquilosada y corrompida política. Por eso me detuve a analizar el fenómeno y reflexionar sobre él, estas son mis conclusiones.
La primera es sin duda ir contra las agujas del reloj. Lo he leído en Bauman, y sus Tiempos líquidos, o en El fin del poder de Moisés Naim: estos no son días de partidos, hasta el propio Estado, como lo definieron Weber y Hobbes, es cuestionado por los neoliberales, mientras que las agrupaciones políticas se vacían de contenido ideológico y ceden la iniciativa de las movilizaciones populares a las redes, y a la sociedad civil organizada. Un tweet de 100 caracteres hoy moviliza más gente que un corpus doctrinal desarrollado en decenas de obras y autores hasta hace 40 años.
Pero en el Perú, en 2015, unos twitteros empedernidos comenzaron a difundir una nueva opción política en sus propios términos, al desconocido Julio Guzmán y su Partido Morado, al punto de colocarlo en una expectante posición en las encuestas. Había algo distinto en todo aquello, pues supieron desmarcarse de los ejércitos de troles a los que recurren los viejos políticos en defensa de ellos mismos, y presentarse propositivamente ante el electorado. Había también un sello juvenil, tecnológico y un candidato presidencial, Julio Guzmán, que sabía mimetizarse con todo aquello. Y, en tiempos en que en el mundo declinan los partidos políticos, o se duplican ellos mismos (España), o se les cree hasta innecesarios, una nueva propuesta, que entonces generaba más incertidumbres que certezas, se mostró ante el público peruano.
Mi segunda conclusión tiene que ver con lo que sucedió después de que el Partido Morado se viese forzado a dejar la carrera electoral de 2016, debido a una resolución del JNE que halló irregularidades en su conformación. Si se hubiese tratado de un grupo de aventureros, como tanto se ha dicho, los morados se hubiesen disuelto tan rápido como aparecieron, pero no fue así. No lo fue porque en efecto había detrás una organización lo suficientemente sólida como para decidir recluirse en sus cuarteles de invierno, con el mismo silencio con el que se organizaron para la campaña electoral. Y dado que el JNE impugnó la manera como formaron su partido decidieron hacerlo de nuevo y hacerlo bien, lo que pasa, entre otros requisitos, por el absoluto absurdo de reunir más de 700.000 firmas para poderlo inscribir.
Ayer, luego de superadas algunas impugnaciones de última hora, se ha inscrito formalmente el Partido Morado y lo que podemos colegir es que el pan bajo el brazo que trae el niño no es otro más que el de ya ser el partido político más organizado del Perú, superando a todos los que existen. Esto sucede porque cuenta con una estructura partidaria sólida, diseminada a lo largo de todo el país y con una alta capacidad de movilizarse en simultáneo tan pronto se decidan a hacerlo. Se nos vienen años en donde veremos desfilar a los morados a diestra y siniestra, tanto así como el ideologizado mundo del siglo XX veía a los militantes de distintas utopías, la socialista, la socialdemócrata, hasta la fascista, y la aprista para el caso peruano.
Nacer ya siendo el partido más organizado es pues mi segunda conclusión, la que define una característica muy particular, sin duda: ser el partido más sólido, apenas al nacer, acusa la crisis de nuestro sistema de partidos y posiciona al Morado en la vanguardia. Esto lo demuestra, reitero, el absoluto absurdo de lograr reunir las 700.000 firmas gracias al “infatigable esfuerzo de miles de ciudadanos que por más de 2 años, en las 25 regiones, formaron las brigadas de recolección de firmas y fundaron 110 comités provinciales para inscribirnos y ahora tienen más de 140 comités” (Carlomagno Salcedo).
El triunfo de Jorge Muñoz en Lima, tanto como el apoyo a las reformas políticas y judiciales del presidente Vizcarra, dan luces sobre un electorado que busca la buena gestión, la seriedad, las cosas bien hechas. El Partido Morado, en el partidor, parece condensar todas estas expectativas.
Mi última conclusión atañe la ideología. El Partido Morado, se hace llamar Partido Escuela, en curiosa analogía con el APRA de Haya de la Torre. Está formando militantes, pero por encima de ello, está formando ciudadanos, pues se define como una organización de centro republicana. Su ideario no iguala al de los partidos del siglo XX, pero, en todo caso, manifiesta una línea que apunta hacia el bien común entendido como el aporte de los ciudadanos conscientes del rol que deben desempeñar en la res pública o espacio de lo público, y que atañe hacer valer sus derechos políticos, civiles y sociales. Parece lo básico, pero ¿no es acaso lo básico lo que nos falta para comenzar a edificar una sociedad más justa e igualitaria? Por eso tanta insistencia morada en la formación, vale decir, en la educación de sus cuadros.
Me preocupa, al terminar, eso de los Tiempos líquidos de Bauman, me preocupa nuestra política de estados de ánimos, nuestra perniciosa vocación por la euforia y el instante, tanto como nuestra natural tendencia a los líderes carismáticos. ¿Que sería el Partido Morado sin Julio Guzmán? En las democracias más maduras, el programa es más importante que el líder, en USA se vota demócrata o republicano y no por las iniciales de los caudillos (PPK, K, A) como solemos hacer aquí. Esa es la primera lección, republicana, que los morados deben enseñar a sus militantes, así comenzarán a cambiar de veras nuestra cultura política.
Bienvenidos pues al gran pantano, ojalá y lo convirtiesen en un campo de violetas, de aquellas que, en el invierno, se convierten, como cantó Felipe Pinglo, en las vasallas del jardín.
Twitter @parodirevoredo